lunes, 15 de julio de 2013

BENDICIONES Y DESGRACIAS



En un pequeño pueblo vivía un anciano con su hijo de 17 años. Un día, el único caballo blanco con que trabajaba salto la reja y se fue con varios caballos salvajes. La gente del pueblo murmuraba:

- ¡Que desgracia la suya don Cipriano!

Y el tranquilo contestaba:
- ¡Quizá una desgracia o quizá una bendición.

Días después, el caballo volvió junto a un hermoso caballo salvaje, y la gente saludaba al anciano diciéndole:

- Quizá una desgracia o una bendición.

   A los pocos días, el hijo adolescente, mientras montaba el caballo salvaje para domarlo, fue derribado y se fracturo una pierna, a raíz de lo cual empezó a cojear, y la gente le decía al anciano:

- ¡Que desgracia la suya, buen hombre!

A lo que el replicaba:

- Quizá una desgracia o quizá una bendición.

Días después inicio la guerra y todos los jóvenes del pueblo fueron llevados al frente de batalla, pero a su hijo no lo llevaron por su cojera, y toda la gente del pueblo saludaba al anciano y le comentaban:

- ¡Que bendición la suya don Cipriano!

Y el, con su fe inquebrantable, contesto una vez más diciendo:

- Solo Dios lo sabe, quizá sea una bendición o quizá una desgracia.

Efectivamente, solo Dios sabe, Él nunca se equivoca. Por eso debemos agradecerle a Dios todo lo bueno y lo malo que nos sucede a lo largo de nuestra vida, porque todo tiene una razón de ser.


Y Él jamás nos mandaría algo que no pudiésemos soportar o superar a través de la fe y el amor a Dios.

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